Cuestión de suerte

Aquel que dijo “más vale tener suerte que talento” conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuántas cosas se escapan a nuestro control. En un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacia adelante o caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue hacia adelante y ganas, o no lo hace y pierdes.

Con esta premisa Woody Allen nos sumerge en la que es una de sus mejores películas. Con anterioridad ya había comentado que había empezado con muy mal pie con este director y le había cogido algo de manía. Sin embargo, este filme y “Medianoche en París” me hicieron cambiar de opinión y me han dado ganas de investigar más en su filmografía. En esta ocasión Allen hace una gran reflexión sobre la influencia de la suerte en nuestras vidas. La diosa fortuna supone la diferencia entre el éxito y el fracaso, entre la felicidad y la miseria. Es caprichosa y paradójica en el sentido de que puede hacerte sentir el dueño del mundo en unos momentos, y en otros ser tu peor condena. El director juega con esta dualidad y convierte al ser más afortunado en el más desgraciado de todos.

Chris Wilton es un ambicioso ex jugador de tenis con problemas económicos que comienza a dar clases en un prestigioso club privado. Dicho trabajo le permite establecer una amistad con Tom Hewett, quien le presentará a su hermana y le permitirá entrar en la alta sociedad londinense. A su vez, Tom Hewett sale con Nola Rice, una atractiva americana con la que va a establecer una relación paralela. La ambición y la diosa fortuna van a dirigir los pasos de Wilton y de todos los que le rodean hacia un inesperado final.

Hay dos puntos importantes a destacar en esta película. El primero es el guión, que nos ofrece una historia donde los momentos cómicos y los enredos amorosos están asegurados. De forma muy inteligente, Allen aprovecha la historia para hacernos una gran reflexión sobre la importancia del azar y la suerte a la hora del triunfo y del fracaso de nuestras acciones.

El otro aspecto importante son las interpretaciones, todas muy correctas. Sin embargo, quiero destacar el gran trabajo realizado por Scarlett Johansson y por Jonathan Rhys Meyers a la hora de dar vida a la sexy y carismática Nola y al ambicioso Chris Wilton. Los grandes momentos interpretativos que nos regalan en esta película nos recuerdan que no son sólo caras bonitas.

Si tuviera que poner algún “pero” sería que, a lo mejor, a alguna gente se le puede hacer algo larga la película. Como pasa con las películas de Tarantino, Allen se pierde en largos diálogos entre protagonistas aliñados con música agradable, pasando la acción a un segundo plano. Sin embargo, el final y las interpretaciones hacen que valga la pena ver esta obra. 

¿Más o menos de lo mismo? Diría que menos de lo mismo, ya que me ha hecho cambiar de opinión sobre este director. Tanto las interpretaciones de la pareja protagonista como los diálogos escritos por este mago del cine hacen que esta película sea digna de ver. Nada que ver con la “innombrable” que le ha dado el Oscar a Penélope Cruz.

Puntuación: 8/10